CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. AJUSTANDO LA CONDUCTA














AJUSTANDO

AJUSTANDO LA CONDUCTA

Decir a estas alturas que estamos en crisis o que la crisis económica esta poniéndonos en un estado de alarma y de desazón total, que nos tememos que este “Estado del bienestar” (?), que dicen algunos, se nos puede ir al diablo, no es decir nada nuevo, empezar a estudiar estrategias de conducta y de acciones a determinar, ya es  harina de otro costal.

      Pienso sinceramente, que en estos momentos, tenemos más que nunca, que empezar a observar nuestra conducta, y preguntarnos si nuestra forma de actuar es la correcta y la más oportuna, sobre todo,  con nuestros  compañeros, porque muchas veces, incapaces de  enfrentarnos con el verdadero enemigo,que suele ser el Poder, derrochamos infinidad de nuestras energías yendo a la caza del que calificamos de opositor, vigilando su conducta e intentando ver algo censurable en donde no hay más que error por falta de práctica o por, a veces lamentablemente, un ego exacerbado como solemos tener todos.

      Luis Andrés Edo, en su reciente libro abrogaba por potenciar las asambleas, dónde podemos ajustar nuestra conducta y medir nuestra estrategia con una finalidad óptima para todos y por cierto, tenía toda la razón del mundo. Esta democracia ha adulterado la conducta de la juventud hasta el punto de que incluso los más avispados  actúan de forma poco racional. El mecanismo de la reunión  asamblearia, la forma y manera de cómo debemos actuar, no solo, porque tenemos todo el derecho del mundo a mantener y exponer nuestro criterio, sino además, a escuchar noblemente el criterio de nuestro opositor, a no interpretar nunca que alguien que nos contradice es nuestro enemigo, a saber valorar no solo al que dice, sino lo que dice, y cómo lo dice. Y cuando algo se tenga que censurar, porque creemos que tenemos no solo el derecho de hacerlo, sino, también el deber, censuremos, corrijamos el hecho y dejemos con nobleza de atacar al agresor, al equivocado, al empecinado, porque entraremos en el justo debate de hacer valer nuestros conceptos, que por algo los creemos óptimos, y además aprenderemos a valorar los de los demás.

      De tal modo que nos sobran los “iluminados” que hacen cincuenta “revoluciones” al minuto sin  tener absolutamente nada en cuenta la sociedad en que vivimos, en sus valores, en sus  contradicciones, en sus complejidades

      Nos dice Chateaubriand en su libro “Memoires d'Outre-tombes”, que “Toda opinión muere impotente o frenética, si no queda alojada en una asamblea que la haga fuerte, la colme de voluntad, la provea de una lengua  y de un brazo Y  es y será siempre de los cuerpos legales u ilegales, de dónde llegarán las revoluciones”. Así que la asamblea nutrirá todo proyecto, sea más o menos revolucionario, porque la asamblea le dará el valor y la dimensión pertinente.

      Por todo ello nos sobran también los “positivistas” que creen que con los poderes políticos pueden llegar ¿a? …. todavía no sabemos a qué, y eso suponiendo que sean honestos o diríamos mejor, cándidos,  porque al poder político  o le sirves  o te absorbe o te destruye. En cuanto al juego de especular pensando sacar “tajada”, no entremos, porque eso deprime; ya no estamos en el mundo de idealistas, estamos en el de los especuladores y no se casa bien alguien que quiera una sociedad mejor con el que trabaja sólo para el provecho propio, nos lo pinte como quiera.

      Y de otra parte también nos sobran, quizás menos,  los ideólogos que a guisa de caballeros medievales blandiendo espada en mano, vayan a enmendar los atropellos y los abusos, de esta índole pues estamos cansados de ver a  mucha gente que se ha ahogado en un mar de demagogia y ésta a quien bien sirve, es a la reacción.

      Por todo lo expuesto pensamos en lo útil que es el mecanismos asamblearío y a mejor, la asamblea, en la que reine el orden, la tolerancia y la profundidad en las ideas y sobretodo, la honestidad y no solo como motor de arranque, también  como actitud permanente
 Salomé Moltó